«Este deporte no aprende y nadie hace nada por ayudarlo», explica Pedro Delgado. El mundo ha cambiado. El ciclismo, quizás, no tanto. Su victoria en el Tour de Francia de 1988 abrió
la senda para el regreso del ciclismo español junto a los más grandes.
El libro de honor sitúa a este segoviano entre Ocaña e Induráin, aunque
su victoria quedase marcada por el dichoso Probenecid, permitido por la
la UCI pero no por el COI. Tres décadas después Alberto Contador pelea
por demostrar su inocencia tras su positivo por clembuterol. Así está el
ciclismo.
«Habría que perdonar a los deportistas como se hace con los ladrones»
De
sus palabras escapa un mensaje en firme contra el dopaje y, a la vez,
en defensa de los corredores. «Los dirigentes tienen que serenarse un
poco», esboza. El Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS), que en unas
semanas decidirá el pasado, presente y futuro más próximo de Contador,
acaba de rechazar la Regla Osaka
que impedía a los sancionados por dopaje -como David Millar o Paquillo
Fernández- correr en los Juegos Olímpicos. «No se puede hacer tanta
sangre», apunta Delgado. Frunce el ceño. Demasiados años hablando de
productos, tramposos y enmascarantes en un deporte señalado.
Ve a Contador en la salida de Lieja
La pasión, eso sí, no se pierde. Hablar de ciclismo es otra cosa. «Perico» se siente a gusto descifrando el recorrido del próximo Tour de Francia.
«A veces parece un poco desalentador pero hay suficiente carrera para
atacar», explica. La filtración de los inicios y llegadas del recorrido
dibujaron una carrera insulsa hasta la presentación, que dejó un camino a
París un tanto más entretenido. Aún así, los escaladores tendrán que
aprovechar cualquier ocasión para atacar ya que «tendrán ventaja, sobre
todo, los contrarrelojistas», apunta Pedro, que confiesa que esperaba
más duro el paso por los Alpes.
Delgado cree que Contador podría aprovecharse de las fracturas en otros equipos
Lo
que pertenece a otro tiempo es la victoria de Pedro Delgado en las
carreteras francesas. Ya ni siquiera se atreve a decir cuánto pagaría
por volver a vestir de amarillo. «Todo tiene su momento. Ganar supuso
una impagable satisfacción pero el valor material se pierde», explica.
El sentimental siempre permanece. Por eso, Delgado guarda como un tesoro el maillot que vistió en los Campos Elíseos en el verano del 88. Una reliquia. Un pedazo de historia del ciclismo español.
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